lunes, 12 de septiembre de 2011

Antonio Javier, el poblano de Ahuatempan que murió en el WTC de Nueva York el 11-S

Antonio Javier formaba parte de los millones de migrantes que trabajan a la
sombra de la economía informal en la nación más poderosa del planeta.
El 11 de septiembre de 2001 había 73 empleados trabajando en
Windows on the World. Los 73 murieron. 34 eran hispanos.
Antonio Javier era uno de ellos.
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Se llamaba Antonio Javier. Tenía 22 años de edad. Trabajaba como mesero del restaurante Windows on the World, en los pisos 106 y 107 de la torre norte del World Trace Center (WTC). Era mexicano. Era poblano. Y murió el 11 de septiembre de 2001 durante los ataques terroristas de Al Qaeda que estremecieron y cambiaron el mundo.

Han pasado ya 10 años y los efectos devastadores de esa tragedia no dejan de sentirse. Pero su impacto es todavía peor para los familiares de las víctimas, protagonistas de dramáticas microhistorias que no cuentan demasiado a la hora de los grandes recuentos sobre la peor agresión a la nación más poderosa del orbe.

De la misma forma que muchos de sus compañeros de trabajo aquella fría mañana de septiembre en Nueva York, Antonio Javier se encontraba en Estados Unidos sin papeles. Era lo que se conoce como un “ilegal”. Como tantos otros poblanos sin oportunidades en la tierra que los vio nacer, muy joven tomó la decisión de migrar en busca del “sueño americano”. Pero el sueño se convertiría en pesadilla. Inenarrable pesadilla.

Antonio Javier formaba parte de los millones de migrantes que trabajan a la sombra de la economía informal en la nación más poderosa del planeta. El 11 de septiembre de 2001 había 73 empleados trabajando en Windows on the World. Los 73 murieron. 34 eran hispanos. Antonio Javier era uno de ellos.

Se cree que otros poblanos compañeros de él corrieron con la misma suerte: meseros, cocineros, garroteros, recolectores de basura. Pero nunca ha habido plena certeza. Antonio Javier fue el único que logró ser identificado plenamente por las autoridades norteamericanas.

Se sabe que fueron 250 extranjeros los que fallecieron ese día junto con 2, 500 estadounidenses. Identificados o no, para todos los miembros de sus familias, el camino de la recuperación ha sido triste, duro y extremadamente doloroso. La mayoría no recibió ni cenizas de sus seres queridos. Sólo un documento donde se establece que su pariente murió en Nueva York el 11 de septiembre en las torres del WTC a causa de los ataques terroristas.

Antonio Javier nació en Ahuatempan, Santa Inés Ahuatempan para ser más exactos, un pueblo de la sierra mixteca de Puebla donde lo que abundan son las necesidades y la miseria, y donde los jóvenes se van a la primera oportunidad que tienen para probar suerte en Estados Unidos.

En un breve testimonio ofrecido por estos días a reporteros del periódico The Wall Street Journal, los padres de Antonio Javier contaron que éste se marchó a la Unión Americana apenas terminó la secundaria. Tenía 17 años. Se fue junto con su hermano mayor, Isidro, quien también laboraba en el restaurante ubicado en la cima de la torre norte del WTC, pero se salvó milagrosamente porque estaba en las calles de Manhattan cuando los aviones se estrellaron y causaron lo que todo mundo vio en directo a través de la CNN.

“Entiendo por qué mis hijos se fueron”, dice Armando Javier, agricultor de 62 años de edad y padre de Antonio Javier. “Aquí la vida es muy dura”, agrega.

Y señala que este 11 de septiembre, como cada año desde 2001, él y su esposa Guadalupe encenderán una vela junto a unas cenizas traídas de lo que hoy se conoce como la Zona Cero.

Así recordará a su hijo.

Antonio Javier.

El poblano que murió en el WTC de Nueva York el 11-S.



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